jueves, 26 de enero de 2012

EL ACCIDENTE DE LUIS


El próximo mayo hará ocho años que una mañana de domingo Luis y cuatro amigos más decidieron ir a bañarse a una fosa, residuo de una mina de tepetate ya no explotada, que al llenarse de agua de lluvia servía de alberca a los vecinos de “El Vergel”, popular barrio al norte de nuestra ciudad.
Luis era un adolescente de catorce años cuyo comportamiento se correspondía con la rebeldía característica de los jovencitos de esa edad, de estatura por encima del promedio y en excelente condición física pues se había habituado a practicar deporte; en aquel momento beisbol que entrenaba beisbol en el recién estrenado campo “Pedro Septien” atrás del parque “Querétaro 2000”. Cursaba el segundo año de secundaria.
La tarde de aquel domingo unos de los chicos participantes de aquella excursión fue a buscarme a mi casa pidiéndome que lo acompañara pues Luis y Juan Carlos (otro de los muchachos) no aparecían. De inmediato salí con él hacia el lugar. Poco antes de llegar vi los vehículos de los servicios de emergencia; a los rescatistas de protección civil. Entendí que había sucedido una tragedia. Dejamos el auto en el camino y al acercarme a aquel ojo de agua donde ya estaba trabajando un buzo rescatista Julio, otro de los chicos y el mejor amigo de Luis, me relató lo sucedido. Auxiliados por unos bloques de unicel utilizados como flotantes Juan Carlos y Luis cruzaron de orilla a orilla, el primero soltó su improvisado salvavidas y comenzó a hundirse. Luis regreso para intentar auxiliarlo pero esta tarea requería más que la buena disposición de un jovencito y los dos acabaron bajo el agua.
El buzo salió al la superficie una vez mas y exclamo ¡ya encontré uno! Dos de sus compañeros se acercaron a ayudarle a sacar aquel joven cuerpo sin vida mismo que no reconocí hasa que llego el papa de Juan Carlos y al verlo dijo, ese no es mi hijo. Súbitamente grite, es mi hijo Luis, y corrí para abrazarlo pero me lo impidieron los rescatistas que hicieron los posible por tranquilizarme. Fue el momento más horrible y triste de mi vida, solo comparable con lo que tendría que hacer después, informar a mi mujer; a su madre, que nuestro hijo había muerto en un accidente.
Mi padre moriría cuarenta días después, y en el mes de noviembre del mismo año la mamá de mi mujer. A los dos les afectó mucho la muerte de Luis.
Pocas semanas después del accidente recibí la visita de la señora Cristina que fue entrenadora de beisbol de Luis en el “Querétaro 2000”, fue para informarme que en el mismo sitio donde habían fallecido Luis y Juan Carlos acababan de ahogarse dos pequeños (de diez años uno y ocho el otro si la memoria no me falla) que bajaron hasta ese lugar en una bicicleta. Que responsable me sentí, como no prever que podría ocurrir otro accidente en el mismo lugar. Solicité que se secara aquel ojo de agua con acciones que pasaron por interceptar al entonces Presidente Municipal Armando Rivera, denuncias en los medios de comunicación, volanteo y otras más en las que conté con la invaluable ayuda de los amigos de Luis y Juan Carlos además de muchas otras personas. Esto tuvo como primera respuesta que una persona me ofreciera ayuda económica para “levantar un monumento fúnebre como merecería mi hijo” a cambio de
que declinara en mi solicitud, no cabe duda de que hay grandes hijos de puta. Lo que pudimos conseguir finalmente es que se cerraran los accesos a ese lugar y se pusiera avisos prohibiendo el paso y alertando sobre los riesgos que se corría allí ya que según los estudios hechos por el municipio el secarlo salía demasiado caro. Tras de esto caí en depresión por el duelo y por un tiempo tuve que tomar medicamentos recetados por un psiquiatra.
Hace poco, después de haber pasado el termino en que los restos pueden estar en el panteón civil, exhumé los restos de Luis. Ya pasaron más de siete años. Sigue doliendo. No todo el tiempo; es como cuando se ha fracturado un hueso y después de soldar vuelve a doler cuando hace frio.
Gracias Luis Antonio Morelos Monge por haber convivido conmigo catorce inolvidables años.
Gracias otra vez a quienes me acompañaron y ayudaron en aquellos difíciles momentos.

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